lunes, 19 de mayo de 2008

Kawésqar o Alacalufes.


Habitaron los fiordos y canales del extremo sur de Chile. En sus canoas, recorrían desde el Golfo de Penas y la península de Brecknock, hasta el estrecho de Magallanes y archipiélago sur de Tierra del Fuego. Eran bajos, de tronco y brazos gruesos, largos y fuertes. Las piernas, en cambio, eran más cortas y débiles. Los hombres medían en promedio 1.60 mt, mientras que las mujeres alcanzaban el 1,47 mt. La institución social básica del grupo es la familia. No se reconocen clanes ni jefes, sino familias que se caracterizan como relativamente extensas y de tipo paternal en términos no absolutos.
Se alimentaban de lobos marinos, nutrias, focas y ballenas. La familia kawésqar, cuando aún era nómade, necesitaba pocos y simples materiales para vivir: una canoa, una choza liviana de base ovalada, cubierta de pieles, cortezas y follajes, de rápido montaje y desmontaje, y utensilios de pesca, caza y recolección de alimentos. Su vivienda era un toldo desmontable cubierto con cueros de lobo marino. Entre las herramientas, destaca la fisga de pesca, que mediante una abertura a modo de mano obtenía productos del mar. Para cortar carne y hasta leña, usaban grandes y afiladas conchas de choro. Piedras de mano, garrotes y una boleadora pequeña, eran sus principales armas de caza marina.
Las capas de piel eran la única vestimenta que usaban los kawésqar. Habían dos tipos de capas: una rígida de piel de foca, de una sola pieza, y otra más suelta y envolvente, elaborada con varias pieles cosidas. Collares de conchitas y moluscos o cuentas de hueso pulido, eran el adorno de las mujeres. Además trenzaban finas cuerdas a mano.Los kawésqar se pintaban el cuerpo con una mezcla de tierra de color y grasa de foca, y se dibujaban líneas negras, rojas y blancas. Con esta pintura, además de adornarse, los canoeros protegían su piel del frío y el viento helado.
La mujer es la encargada de la organización doméstica del quehacer cotidiano: preparación y distribución de alimentos, cuidado de los niños y atención a visitantes. Es por esto último que la primera impresión que recibía el extraño al entrar en contacto con estos indígenas en su vivienda, era encontrarse con un cierto grado de subordinación del varón, pues era la mujer quien respondía y mantenía el diálogo, mientras que el hombre se limitaba a escuchar o a responder con monosílabos.
Los Kawésqar, al igual que la mayoría de los indígenas de Chile, son bilingües, ya que para comunicarse con la cultura dominante deben aprender el castellano como segunda lengua.
Así, la lengua Kawésqar es utilizada sólo en las actividades internas de la comunidad, mientras que el español lo hablan en todas la actividades externas en las que se encuentre un colono. Los adultos hablan el español en menor medida que los más jóvenes, debido a su educación escolar, lo que trae como contrapartida el olvido gradual de su lengua originaria. Al cambiar su forma de vida y costumbres, de nómades marinos a sedentarios, la lengua kawésqar se ve afectada porque ya no se usan expresiones ligadas a la caza y pesca.
La explicación y visión del mundo kawésqar, está basada en un conjunto de seres malignos que poblaban su tierra. Estos seres son un reflejo de las duras condiciones climáticas y telúricas en las que vivían. Ayayema, Es un ser temible. Domina las fuerzas naturales y al hombre. El fuerte viento del noroeste, que da vuelta las embarcaciones y el fuego de las viviendas, eran vistos como manifestaciones de este ser maligno. Kawtcho. Es el espíritu rondador de la noche. Es descrito como un hombre bajo, que de día camina por debajo de la tierra, y por la noche emerge desde las orillas de las aguas, anunciado por el ladrido de los perros. Mwono. Habita en los glaciares y las cimas de las montañas. Es el espíritu del ruido, que se manifiesta en las avalanchas de fiordos y glaciares.
Cuando alguien en la comunidad enfermaba gravemente, después de los cuidados de los curanderos, entre los que se contaban remedios como quebrarle una lanza en la espalda del enfermo, apretar el lugar del cuerpo enfermo, luego chupar y por fin soplarlo hacia el cielo, era abandonado a sus últimos momentos. Allí permanecía solo y por varias horas hasta que exhalaba su último respiro. El cuerpo era depositado en posición flectada y lateral. Sobre un paño blanco, entre cuatro vigas. Después se los introducía en el mar dentro de una canoa con piedras para que el cuerpo volviera a las profundidades marinas.

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